Síntomas
Los síntomas varían según el tipo de peste: bubónica (infección en los ganglios linfáticos), septicémica (infección de la sangre) o pulmonar (infección de los pulmones).
La peste bubónica es la más común y
corresponde al 90% de los casos. Los síntomas de esta enfermedad son: fiebre
alta repentina de 40°C, dolor de cabeza, escalofríos, dolores musculares,
debilidad, postración y pérdida de apetito. En 48 a 72 horas aparece el signo típico de la peste bubónica, el bubón,
un tumor doloroso causado por la hinchazón de un ganglio linfático. El bubón
puede alcanzar hasta 10 cm en diámetro y se presenta de forma oval, con
distensión, enrojecimiento y brillo de la piel a su entorno. La
localización más frecuente de los bubones es en el área de la ingle pero
también pueden aparecer en la axila y el cuello. Estos pueden llegar a ser
purulentos y adquirir un aspecto similar al de un absceso, este material purulento
es altamente contagioso, los ganglios son extremadamente
dolorosos a la palpación y se rodean de un notable edema. Si no se trata, la peste
bubónica suele llegar el sistema nervioso central, provocando cambios en el
habla y en la marcha, alucinaciones, movimientos involuntarios y posteriormente
coma.
La peste septicémica ocurre generalmente como
complicación de la peste bubónica sin tratamiento. La bacteria viaja a través
de la sangre hacia a varios órganos y tejidos, causando hemorragia interna
y en la piel, muerte de tejido corporal de las extremidades, shock circulatorio
y fallo múltiple de los órganos. La hemorragia cutánea generalmente causa
manchas negras o púrpura en toda la piel, de ahí el nombre Peste Negra.
Los
infectados por la peste septicémica sufren de fiebre alta, llegando hasta los 42-43° C, postración, hipotensión arterial,
disnea (dificultad para respirar), hemorragias cutáneas, diarrea y vómitos. En
tan solamente 48 horas los síntomas tienden a evolucionar hacia un estado de
coma y, horas más tarde, el paciente generalmente muere.